UN FRACASO
OPTIMISTA
DE
THELMA
En la carrera, en cuarto, había una asignatura en la que saqué buenas notas. El catedrático me llamó a su despacho y me comentó que estaba buscando gente para el departamento. Consistía en programar un robot en el que habían estado trabajando 5 años. Podría hacer el proyecto fin de carrera allí y sería un éxito académico que me abriría puertas en el mundo profesional. Dije que sí. Me pase 9 meses trabajando con el Robot. Leí decenas de miles de líneas de código y programé otras tantas. Pero el resultado fue que nada de lo que había hecho se podía utilizar. Ni siquiera recibí un feedback positivo de que estuviera cerca de generar algo que aportara valor al Robot.
Aprendí que nunca más debía programar nada. No me gustaba. Alguien me dijo que se me podía dar bien y estuve dispuesto a cambiar mi orientación. Ni se me daba bien ni me gustaba. Creo que fue la primera vez en mi vida que renuncié explícitamente y de forma plenamente consciente a hacer algo de forma permanente.